
Estaba fregando los platos cuando me he acordado del tango que canta siempre mi madre cuando hace lo propio, y que dice algo así:
"Sabes que te quiero como a nadie en el mundo, he seguido tus pasos, tu caminar, con la puerta abierta de par en par". Y he buscado lo más parecido al tango que tengo en cd, un disco de un concierto de Calamaro del 2006. Buah, vaya flashblack más increíble, me han temblado las piernas y todo. Sucede que ciertos discos no sólo te recuerdan a una época de tu vida sino que literalmente te transportan a lo que sentías, más aún, a lo que eras entonces, en esta caso, a los inclasificables años universitarios. Por eso me hacen daño
Honestidad Brutal y, por ejemplo, cualquier disco de
Teenagle Funclub. No es que duelan porque vuelven a tu cabeza momentos malos, o buenos e irrecuperables, es que cuando los escucho se concentra todo eso y todo lo que quería ser y conseguir en aquel momento, todos los afanes y secretos hoy aún más inconfesables que entonces, aunque ya los sepa todo el mundo. Flashback brutal decía, que no me pasa con otros discos de ayer y de siempre, como cualquiera de los Planetas, The Cure o Dinosaur Jr. A pesar de ser de la misma época no por eso dejan de ser de todas y creo que es porque en estos casos la música en sí me gusta tanto que ese placer sobrepasa o se compenetra bastante bien con los accesos de emotividad brutal que me provocan. Por hoy, voy a dejar que suene el disco de Andrés Calamaro entero, a disfrutar el cóctel de sensaciones y a ahorrarme varias sesiones de psicoanálisis.