Thursday, November 27, 2008

I love New York

Ayer me conquistó ya del todo. El Empire State estaba naranja, verde y rojo, era como un polo.
Me percaté de que la peña que sonríe por la calle, sobre todo en la quinta, no son sólo turistas, muchos son gente de aquí. Me tomé dos tercios de Estrella Galicia con tapas de gambas al ajillo, patatas bravas, albóndigas y tortilla de papata por diez dólares propina incluida, con colegas de la tierra y camarero viejuno y cachondísimo de Ourense, hay un gallego en la luna. Decidí no unirme a una fiesta en una casa en pleno centro porque los colegas yankis de mi colega española eran majetes, pero no pasaban de los veinte y tenían mucha pinta de fraternidad etílica. Me di cuenta de que ya no estoy para esos trotes y me dio totalmente igual. Hoy, por fin, he conseguido levantarme antes de las diez y me he pirado a Central Park a ver el desfile de Thanksgiving. Me lo he perdido porque he llegado tarde, y me ha dado igual. Uno va solo a ese parque, camina y camina solo y se vuelve solo a casa con un montón de cosas con las que el coco puede tirarse un buen rato jugando y pasárselo de puta madre. Por eso me gusta Nueva York, porque es una de esas ciudades en las que, estando solo, se puede vivir tan y tan hacia fuera. Claro que hay que ser un poco voyeur, pero qué cojones, si aquí todo el mundo está como las maracas de machín.
Again, más fotos en Facebook.

Monday, November 24, 2008

Mi Studio84 particular

"Es duro cuando tienes que estar mirando siempre el dólar" Esto nos dijo hace un tiempo un tipo muy majete de una tienda a la que fuimos a comprar un escritorio y en la que acabamos mirando las tablas de madera de saldo con algún golpecito no muy visible.
Es cierto que con presupuesto reducido, en una ciudad en la que todo invita a comprar y en la que uno no sabe cómo pero pisa la calle y ya se ha gastado 15 dólares, cualquier gasto es un dilema. Pero también es verdad que uno aprende a esquivar las balas. Ese deli no, que vende los tomates dos dólares más caro que el siguiente. Ese puesto de perritos en la esquina de Union Square sí, que tiene las latas y las botellas de agua a dólar en vez de a dos. Ese japo sí, que vende bandejas de sushi diario a 9 dólares que te valen para comer y para cenar. Y analizando y comparando, al final acaba uno conociendo más que si hiciera caso al instinto de compra impulsiva, totalmente prohibido si no quieres salir llorando del super porque te han clavado 7 dólares por un brick de zumo.
El caso es que te acostumbras y ahora, la sola idea de meterme en el H&M de la quinta (ni hablar del GAP o del Zara, son un lujo) me da una pereza terrible, con lo que yo he sido.
El otro día hablando con un colega decía que ha aprendido a flipar con las cosas más chorras o pequeñas, como poder tener un videoclub por 10 dólares al mes que te manda las pelis al buzón de tu casa. El día que hay peli, fiesta interior.
A mí me pasa algo un poco más bizarro. Quizá sea la falta de bailoteo salvaje que llevo encima pero cada vez que voy al super del barrio lo flipo a muerte con las canciones ochenteras que ponen, a toda hostia además. Por un lado creo que allí, en un super con paquetes de cereales casi más grandes que yo, y cuatrocientasmil variedades de todo en tamaño familiar, como que entiendo más el espíritu de los temas. Y por otro, escuchar la banda sonora de El Club de los Cinco y a continuación Regreso al Futuro y luego Fama, todo seguido, hace que el carrito de la compra sea el perfecto acompañante para mover un rato el cuerpo, con mucha discreción, eso sí, y con cuidado, que carrito y hostia descomunal son dos cosas unidas en mi experiencia vital. Pero qué cojones, si uno se cae, pues se levanta y, si puede, baila.

Wednesday, November 19, 2008

Amo a la gente leona

Es así. Cuando Leyla y yo estábamos en Coruña, los viernes casi siempre teníamos la sensación de urgencia de hacer el salvaje, romper rutinas y ver qué pasaba, qué hacía la gente, qué estaba ocurriendo por ahí fuera. Nos tomábamos una botella o dos de riveiro y ya estábamos como queríamos, como leonas. No se podía definir mejor.
Aquí he descubierto que hay muchas formas de ser leona, pero creo que estoy barruntando que, en el fondo, el impulso que te anima a rugir se parece mucho, aunque cada uno ruja por un motivo, haya grados y cada cual use su energía para una cosa. En la música hay la hostia de leones y leonas, por eso estoy cien por cien de acuerdo con Irving en que la coherencia entre arte y actitud, lo auténtico, cuenta un huevo, y por eso odio a Oasis, corderos por leones, a pesar de que Wonderland es la bomba.
Uno tiene primero que estar dispuesto a ver cosas y a preguntarse qué son y porqué pasan y a ponerlas en duda y a ser un cínico de la leche. Hasta ahí ya se han tirado millas.
Y luego de toda esa mierda, de esa sensación de que todo está bastante jodido, aún dar una vuelta más de tuerca y buscar más allá e imaginar cómo podría lo que es chungo ser diferente.
Todo esto viene porque en mi uni hay varios profes que son del palo muy leones, de esos que te hacen preguntarte todo el rato ¿pero esto tiene que ser así? ¿ya no es posible un mundo sin capitalismo? ¿pero de verdad la ONU ayuda o coloniza? ¿pero en serio las ONGs no contribuyen a que los países que están más chungos sigan necesitando ayuda para sobrevivir? Y si todo esto es cierto y todo es una hez, ¿cómo podría dejar de serlo? Y luego los leones suelen ser los más cachondos y sueltan gracietas ahí a saco, en medio de la confusión. Mucha peña en clase dice que se deprime un poco. Yo a veces tengo la sensación de que no me entero, muchas otras siento que las cosas que antes no me gustaban pero no sabía explicar muy bien porqué empiezan a cobrar un sentido y que es posible que de vez en cuando acaben cuadrando; la mayoría oigo y oigo rugidos. Hoy la tipa era una auténtica leona y voy y me pongo Mogwai en los cascos para la vuelta a casa. Casi salgo ardiendo.

Sunday, November 16, 2008

Documentos gráficos del barrio

Toda la mañana recorriendo el barrio y haciendo fotos a lugares emblemáticos, para mí claro.
La de arriba es mi tienda de gangas preferida, un chino a todo meter que tiene de todo. La funda de mi sofá, mi edredón, los platos, los vasos y trescientas cosas más que hay en casa son de ahí.
He visto el puente de Queens desde abajo y es enorme. Y calles sin un alma paseando pero llenas de grafitis cojonudos. Iglesias griegas, taiwanesas, españolas, yankys. Casas de colores y medio derruidas, MacDonals, un bar de tapas llamado "El boquerón" y muchas letras griegas.
Todas las fotos, por fin, en Facebook.

Friday, November 14, 2008

Definitivamente, quizás

O una de cal y otra de arena, o direcciones contrarias, o las contradicciones, que son cachondas:
- Ver a un rapero en la tele, contando en la puerta del Apollo Theatre en Harlem que después de que haya ganado Obama el rap va a tener que cambiar, que ya no pueden estar todo el rato haciendo canciones en las que se llame "bitch" o puta a las tías y "whitey" o blanquito a los blancos, y se quejen de que no hay "black power" posible en la "white house"
y a la vez
- Darse cuenta de que, como dijo un colega ayer, la gente aquí parece que no tiene nada de cinismo en las venas, creen en el sistema y en que puede cambiar y por ende que Obama va a cambiarlo todo, todo, todo.

- Ver a Oprah en la tele llorar después de cada corte en el que aparece Obama y a comentaristas republicanos emocionarse a muerte con ella.
y a la vez
- Horrorizarse al contemplar que la siguiente pieza es otra vez Oprah llorando, pero esta vez tras un reportaje en el que explica los quince años de felicidad que pasó con su perro, y cómo éste nos dejó ayer, no sin antes convertir a Oprah en mejor persona. (El perrito era la bomba y daba mazo de pena, una no es de piedra, pero el hacer un reportaje en prime time, con aplausos y ánimos del público y todo... era casi obsceno, la madre)

- Estar en el laundry con las dueñas dominicanas y con la tele en español a toda hostia viendo las noticias de la visita de Obama a la casa blanca y comprobar que los periodistas dedican más tiempo a analizar el vestido de Michelle, el tono y su significado, que lo que allí se ha dicho.
y a la vez
- Comprobar que aunque la tele muchas veces trate a la audiencia como si fuera estúpida, la gente no lo es. Una de ellas dice: "Mamita, esto va a ser duro, pero el futuro ahorita pinta mucho mejor", y la otra responde: "Pero estos de la tele son unos pendejos, por qué no sacan más al nuevo presidente?"

Sunday, November 09, 2008

Allen Ginsberg y los romanos

Ayer por la noche, con el pañuelo en la mano y aún soltando alguna lagrimita después de ver El indomable Will Hunting (es patológico, lo se, pero siempre lloro con las pelis más típicas y previsibles, las que están hechas para que llores, veáse Pretty Woman), me quedo viendo los títulos de crédito, que aquí los ponen todos, hasta el final, ya sea una peli o una serie a las 6 de la mañana o a las 3 de la tarde. Y veo que los tipos dedicaron la película a Allen Ginsberg y William S. Burroughs. Bueno. Me hizo bastante gracia. Unas cuatro horas antes había cogido el metro elevado para ir de Queens al East Village a ver un espectáculo de danza moderna en una iglesia, el plan gratuito que propuso este finde la comisión que administra mi beca. Y una, que ve como bajan sus dólares en el último mes del trimestre (el final de mes es más duro y mucho más largo cuando uno cobra cada tres meses...), y no tiene otro plan, piensa: Me pongo un poco mona y voy pisando fuerte a ver a los hippis bailar. Cuando llego a la iglesia, Saint Mark's Church, lo primero que veo es un grupo de punkis haciendo botellón en las escaleras, dentro del parque del recinto eclesial, echándose unas risas muy sanas. Porque me dio palo, pero me hubiera echado unos tragos la mar de contenta. Y aunque parezca raro, esa estampa no era la más surreal. Que en una casa de dios, como las llaman en España, haya miles de fliers de espectáculos modernos de todo tipo, desde charlas contra las pieles o sobre el papel del arte callejero en el siglo XXI a grupos anti-consumo y granjeros orgánicos, es como para celebrarlo con un trago. De ahí el botellón, supongo. El espectáculo chulo, dos parejas bailando medio el baile del robot medio clásico con desnudo de tetas incluido con una música extrañísima, como si la rara de Börkj se hubiera vuelto loca, todo ello dentro de un espacio blanco tipo iglesia mexicana, lo que aquí llaman el "sanctuary". Pero nada comparado a salir del santuario al cementerio-parque (lleno de tumbas sin altar ni cruces de gente que pereció en 1800) y ver un árbol precioso y enorme con una placa que dice que se plantó en 1991 en memoria del poeta Allen Ginsberg. Ahí ya flipé bastante. Que Matt Damon y el otro tipo dediquen una peli de un chico desorientado y atormentado pero super mega listo y con buen fondo a Ginsberg es bastante previsible. Pero que una iglesia, aunque sea episcopaliana, con lo que quiera que eso signifique, haga los honores, bien es cierto que tardíos, a un hombre gay, drogota, brillante y fiplantemente lunático y aullador, es acojonante. Muchas veces, la mejor respuesta que se me ocurre para este tipo de cosas que me voy encontrando por Nueva York es aquella gran frase de Astérix, "están locos estos romanos" y, a veces, molan un puñao.

Tuesday, November 04, 2008

La noche que ganó Obama Nueva York era una fiesta

No estoy muy segura de que el único o el mejor orden que podamos tener sea el menos malo de todos, esto es, la democracia. Ni que el capitalismo, aunque no sea salvaje y sea keynesiano o socialdemócrata, sea lo único a lo que podamos aspirar. No se qué otra cosa puede ser mejor, pero sí pienso muchas veces en cuáles podrían ser las otras opciones, y persisto en la sinrazón, aunque me combustione en el proceso. Hoy, por las calles de Nueva York llenas de euforia, también había gente viviendo en la calle, la mayoría negra, que seguirá allí mañana y que seguramente no había votado.
Dicho esto, que no deja de darme vueltas en la cabeza, esta noche he sentido el poder de la gente, si eso es lo que es la democracia, en quizás la ciudad más abiertamente capitalista del mundo. Y era emocionante. En una ciudad como ésta, poder decir que uno no puede contar, por incontables e increíblemente abundantes, las veces que me han sonreído y felicitado por la calle, es emocionante. En Union Square, la multitud festejaba el haberse librado de lo realmente malo, con gritos locos de "No more Bush", y el haber conseguido el cambio, con el "yes, we did". La peña corría por las calles, chillaba y respondía con más gritos, chocaba los cinco con desconocidos y lloraban. Hablando con ellos estaban realmente contentos de haber decidido. En política es importante cómo los tipos dicen las cosas, y en eso Obama es un crack, para bien o para mal. Pero, aunque cada vez parezca que menos, es mucho más importante qué cosas dicen, carisma o no aparte. Y este tipo, un presidente negro en un país en el que una de las ciudades más progres que hay, Nueva York, tiene guetos alucinantes, mogollón de negros y menos parejas de distinta raza que Londres, de largo, este tipo dice cosas nuevas: Además de decirle a la gente que puede, y que puede tener esperanza, dice que no hay que vivir con miedo, que ya vale del miedo, y eso, incluso aunque no hubieran existido estos ocho años de eje de mal y mierda a puñados, es para celebrarlo. Un tío decía que era como si se hubiera quitado un saco de mierda de encima, y su colega respondía que además estaba muy contento con el nuevo saco que llevaba a la espalda. Es algo raro que se den los dos fenómenos a la vez. Pero quizá lo que más molaba observar era el momento en el que la gente dejaba de gritar y descansaba un ratito, y entonces descubrías pequeños gestos contenidos, individuales, personales, bastante más guapos que la locura general. Un puño cerrado y temblando durante un segundo, una furtiva mirada al cielo, un breve y hondo suspiro como para coger aire, un beso escondido y ardiente de una pareja flipándolo con el momento. La democracia es así, unos ganan y otros pierden, y supongo que la gente en Texas estaba sobando hace horas con sobredosis de Orfidal para paliar el cabreo, pero Nueva York era una auténtica fiesta.

Saturday, November 01, 2008

Halloween

No he conseguido averiguar porqué los neoyorquinos llevaban celebrando Halloween dos semanas, pero sí he comprobado que el viernes, el día en cuestión, aún tenían ganas de fiesta. Quizá sea porque, como alguien comentó, sea la única noche en la que puedes hacer una fiesta loca sin que los vecinos llamen en a la policía. No hacía frío, pero creo que hubiera dado igual. Estuve esperando más de media hora en la boca de metro de Union Square y creo que me partí el culo los 30 minutos. Ordas y ordas de gente y disfraces de todo tipo. Los más comunes y aburridos, las tipas de conejita cachonda y los tipos con la máscara de Scream. Pero también había un tío con traje y gabardina en plan Wall Street que aparentemente no iba disfrazado, hasta que te dabas cuenta de que llevaba una tercera pierna (no, no es lo que pensáis, es una tercera pierna de verdad, igual a las otras dos), y así iba, andando muy serio y solo por la calle. La peña se volvió loca con un tipo disfrazado de máquina de votar (aquí usan maquinitas) con el careto de Obama. Le coreaban, le hicieron fotos, le abrazaban y todo, el tío pilló ayer de fijo. También había un Jesucristo superstar negro en el balcón de una casa alucinante del Village, que gritaba a todo el mundo cosas de amor y estaba todo turcio, muy grande. Y muchísima peña.
En Brooklyn todo estaba tranquilo por la calle, pero la fiesta estaba dentro de la casa de un amigo, o más bien en el tejado. En Nueva York uno se siente como en una peli mucha parte del tiempo, pero no son tantas las veces en las que te sientes parte de la película. Viendo todo el skyline en uno de los esos tejados blancos y grises, en los que te dan todas las ganas de fliparte y saltar, como los gatos o como en Malas Calles, de uno a otro, uno se siente un poco como si le fueran a dar el Oscar, por un rato.