Monday, May 25, 2009

Los caballeros las prefieren rubias, thanks God

Hoy es fiesta en Norteamérica, uno de esos pocos días que tienen aquí en que las tiendas cierran antes, pero abren algo y por supuesto hacen rebajas, que la gente no curra y sale a la calle y compra. Aquí la primavera es de isla, huele a sal y hay una humedad de muerte, cosa que puede parecer incómoda, pero a mí me chifla porque me puedo beber copas y copas que no me mareo. Tengo muchas ganas de salir a la calle, y es que últimamente he vivido o presenciado cosas muy peliculeras:
- Charla con un tío negro de unos 40, escultural y deportista en Central Park, yo con mi libro encima de mi manta de parque y él haciendo estiramientos. Muy majo, pero acabé escapando educadamente. Digamos que los estiramientos con pantalón corto y ancho tienen un peligro...
- Ballet en el Lincoln Center, gratis. Un montón de señores mayores neoyorkinos que andan con mucha mucha chepa. Había una que pensaba que se iba a caer, pero no, se estaba inclinando ligeramente para coger pequeños bricks de leche de la cafetería y echárselos al bolso tan ricamente la tía.
- Una tipa impresionante vestida de ninfa y con zapatillas de ballet y un fotógrafo haciéndola retratos en plena sexta avenida, y una mujer flipada y medio pedo empeñada en parar el tráfico de esa calle ella solita y porque sí.
- El fin de semana de los tipos vestidos de marineros: Llega la armada a Nueva York y por la noche todo son chavales con traje y sombrero blancos y botones dorados que se te acercan tipo oficial y caballero. Según cuenta un colega, parece ser que al final acaban jugando al billar en garitos de mala muerte del Lower East Side con el piti en la boca y una rubiaza sujetándoles el sombrero y poniéndoles ojitos.

Wednesday, May 13, 2009

Jajajaja

Estuve en el Sónar ayer, y vi a Hidrogenesse y me partí el culo. Resulta que una fundación catalana organizaba una especie de mini-réplica del Sónar en Nueva York, en un centro cultural en la 37 con la décima avenida, super cerca del hotel New Yorker, que es la bomba. Unos amigos españoles de la Complu de todalavida que estaban aquí nos avisaron y yo llegué justo para el grupo más fuerte del cartel, Genís y su novio tocando con un Mac, unos teclados y Genís con su guitarrilla pequeña, la misma que saca en los conciertos de Astrud. El novio de Genís iba con una capa amarrilla corta tipo Robin Hood moderno, y Genís con unos taconazos de muerte. Era la monda, porque el tipo cant fatal, pero era tan histriónico, y osado, y descojonante verles a los dos metiéndose con Carlos Núñez y la mitad de la peña sin entender nada. Para un rato, porque había que estar sentado y al final uno se rallaba un poco y todo. Lo cierto es que fue como estar un poco en la Sala Sol o en la Heineken de concierto madrileño perreo perreo pero en matao, y aún así no podía dejar de pensar en la pedazo de juerga que se iban a correr los dos tipos por la noche y me partía el culo, otra vez.

Wednesday, May 06, 2009

Mundo viejuno

Me quedan menos de dos meses para cumplir 30 tacos y es ahora cuando aprendo a estudiar en biblioteca. No sólo aprender, incluso apreciar. Me perdí esas noches en vela míticas llenas de café y pitillos de la complu, es así. Yo con gente quiero fiesta, no puedo estudiar con gente, pensaba. Ahora, quizá porque mi casa es tan chiqui que como te pases el día entero en ella se llena y se llena de cosas, me voy a la biblio. La biblio es la Bobst, la biblioteca de la New York University, que no de mi universidad, que está en obras y no tenemos. La Bobst está en Washington Square Park, un parque que, según cuentan los guías turísticos a sus clientes por allí, era el centro de la movida hippy en los 60, y cada vez que se protestaba por algo o se pedía algo, veáse Vietnam o el sexo libre, el parque se llenaba de peña a muerte. Está al final de la quinta avenida, y aunque los alrededores están en obras, allí está el arco mítico donde se despiden Billy Cristal y Meg Ryan cuando llegan a Nueva York desde Chicago en coche al principio de la peli, todos vamos a morir y los tíos y las tías no pueden nunca ser amigos. Ahora no hay casi hippies, pero sí es cierto que es uno de los sitios donde se puede pillar marijuana.
El edificio de la librería da a ese parque, tiene ocho plantas y un suelo de dominó, de baldosas negras y blancas y grises. La gente que va todos los días se toma muy en serio lo de encontrar el sitio perfecto, y tienen su planta, y saben que la sexta tiene buena vista y muy buenas sillas, y que la octava tiene mejor vista pero unas sillas de mierda. La vista es una panorámica en ascenso de la quinta avenida con el Empire State y el Crysler como en una postal. Eso ve uno cuando levanta la vista del libro. Mis dos colegas de biblioteca son de la sexta, y por ellos me bajé dos pisos desde la ocho. Por ellos estoy pensando en comprarme una pipa para fumar. Son como Valle-Inclán, y yo tengo poca personalidad.
Hay gente que vive en la biblioteca. Literalmente. Peña que tiene que elegir entre pagarse la uni, que es super cara, o pagarse el piso. Deciden estudiar y se llevan su macuto a la biblio. Los estudiantes de la New York University tienen acceso a gimnasio, sauna, tienen su taquilla, duchas, y en la parte de abajo de la biblio hay unos sofás de muerte, cafetera y microondas. Vamos, que aunque no esté permitido morar allí, si estás en la ruina te lo están pidiendo a gritos. Hubo un tiempo en que un tío vivió allí como dos años y la gente ya le conocía y le hicieron reportajes y la hostia en el New York Times y al final la universidad le becó para que tuviera casa y se pirara de la biblio. Bien jugado.
El edificio tiene como un cuadrado enorme vacío en medio de las plantas, de modo que cuando estás en una plata tienes un pasillo cuadrado con los libros y las salas de lectura a un lado del pasillo y nada, el vacío, al otro. Si miras para abajo ves a la gente pequeña pisando el suelo dominó de la entrada. Antes no había nada y podías sacar la cabeza lo que quisieras. Ahora han puesto cristales de suelo a techo, porque al parecer varios alumnos se tiraron por ahí desde el octavo piso el mismo año.
En estas épocas de finales, la biblio está petada de chavales jóvenes de 20 años tirados por los pasillos con su Mac chateando, estudiando, bufando y ligando a muerte. Uno piensa: qué grande. Y sí, pero los cabrones charlan como si estuvieran en un bar. Uno descubre cuándo un estudiante tiene más de 23 tacos o no está hormonado cuando levanta la mano como para pedir la vez pero con gesto amenazante y mira seriamente al tipo que está chateando, viendo un partido de la NBA, hablando en susurros con un colega en intentando leer un libro a la vez. Es con ese gesto, el de levantar la mano como si estuvieras llamando al camarero, como mandan callar aquí. Nada de schssssssssss. Yo flipo, porque funciona, es como imponer autoridad. Y seguramente también es demostrar a los chavales que para ellos ya eres eso, un viejuno.