Los caballeros las prefieren rubias, thanks God
Hoy es fiesta en Norteamérica, uno de esos pocos días que tienen aquí en que las tiendas cierran antes, pero abren algo y por supuesto hacen rebajas, que la gente no curra y sale a la calle y compra. Aquí la primavera es de isla, huele a sal y hay una humedad de muerte, cosa que puede parecer incómoda, pero a mí me chifla porque me puedo beber copas y copas que no me mareo. Tengo muchas ganas de salir a la calle, y es que últimamente he vivido o presenciado cosas muy peliculeras:
- Charla con un tío negro de unos 40, escultural y deportista en Central Park, yo con mi libro encima de mi manta de parque y él haciendo estiramientos. Muy majo, pero acabé escapando educadamente. Digamos que los estiramientos con pantalón corto y ancho tienen un peligro...
- Ballet en el Lincoln Center, gratis. Un montón de señores mayores neoyorkinos que andan con mucha mucha chepa. Había una que pensaba que se iba a caer, pero no, se estaba inclinando ligeramente para coger pequeños bricks de leche de la cafetería y echárselos al bolso tan ricamente la tía.
- Una tipa impresionante vestida de ninfa y con zapatillas de ballet y un fotógrafo haciéndola retratos en plena sexta avenida, y una mujer flipada y medio pedo empeñada en parar el tráfico de esa calle ella solita y porque sí.
- El fin de semana de los tipos vestidos de marineros: Llega la armada a Nueva York y por la noche todo son chavales con traje y sombrero blancos y botones dorados que se te acercan tipo oficial y caballero. Según cuenta un colega, parece ser que al final acaban jugando al billar en garitos de mala muerte del Lower East Side con el piti en la boca y una rubiaza sujetándoles el sombrero y poniéndoles ojitos.
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