Tuesday, February 24, 2009

Countrygirl en la ciudad de los cowboys

He estado en Tejas. Me suena tan de coña que sólo la frase ya me mola. Estuve en la ciudad de San Antonio, la de la película de El Álamo, que era como una mezcla de maqueta de pueblo americano limpito y pueblo mejicano limpito. Fui con un montón de gente de más de 60 países distintos. Le pregunté a un arquitecto de Budapest qué le parecía el diseño de la ciudad y me dijo: "Cruel". Nos descojonamos. Había gente muy inteligente. Una noche la actividad consistía en ir a cenar con alguien oriundo del lugar. A mi me tocó en un grupo de cuatro: el arquitecto, otro chaval que estudiaba lo mismo que yo y era de Colombia y otro chico de Irlanda que se trincó tres cervezas en media hora como quien oye llover. Y el anfitrión era José Luis, un texano con antepasados mejicanos, como todo el mundo allí. El tipo trabajaba organizando misiones diplomáticas a la ciudad y conocía a la princesa Elena de borbón (¿no es muy lista verdad?, me preguntó) a la reina de Inglaterra y a todas las amantes de los políticos mejicanos y norteamericanos que visitaban la zona. Él se encargaba de llevarlas de compras mientras los tipos estaban con sus mujeres en los actos oficiales. José Luis era un tío muy bajito y ordenado que tenía un libro firmado por Madeleine Albreight y que al final resultó ser un grande y un cachondo que flipas que se iba al día siguiente a Washington a hacer una entrevista para trabajar en el equipo de Obama.
Otro día fuimos por la noche a cenar a una especie de sitio de rodeos y el busero se perdió y estuvimos dando vueltas como una hora por unas carreteras mejicanas a muerte, con el sol metiéndose ya y luego de noche, y sólo se veían arbustos, y tierra, y vallas, y más arbustos, y al final el desierto de Tejas, y era como la película. Y se podía fumar en la mayoría de los bares.
En el avión había unos militares, porque en San Antonio había bastantes, más que gente con sombrero de cowboy, debe haber bases o algo. La azafata cogió el micrófono y expresenando su convencimiento de que hablaba por boca de todos, les expresó su apoyo. Seguidamente todo el mundo aplaudió con fuerza.
Recuerdo que desde la ventana de mi habitación en el hotel se veían todas las luces de la ciudad y al fondo como una especie de llanura azul que no acababa nunca, porque continuaba en tierras mejicanas, con la frontera en medio. Y era un poco "Lo llaman Texas, pero sigue siendo Méjico".

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

brillante

11:26 AM

 
Anonymous Anonymous said...

te juro que cuando aplaudieron en el avion hubiera pagado millones porque te hubieran teletransportado para que hicieras tu aplauso yanky por excelencia, fue descojonante

5:39 PM

 

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