Friday, August 04, 2006

(V)

Como no podría ser de otra forma, el quinto amor de mi vida fue un maorí que se presentó un día en mi choza, con el que viví en carne propia lo que contaba Gaughin de esta sociedad, la tranquilidad con la que se toman todo, el individualismo y lo poco que les cuesta dejar y volver con sus parejas sin provocar dramas ni despertar rencores. Sin duda, la relación amorosa más tranquila de mi vida, la más silenciosa y quizá por eso, la más profunda. Una vida sin sorpresas hasta que un día cayó aquella nave espacial en la costa de la isla y de ella bajó un enorme traje espacial color plata que brillaba con el sol formando unos rallos cegadores que me dejaron clavada en el sitio sin poder reaccionar a pesar de que un enorme coco caía desde una palmera directamente hacia mi cabeza dispuesto a romperme la crisma.

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