Los amores de mi vida (I)
Podía haber contado lo mucho que he aprendido hoy en la tienda de grifos, donde un jovencito la mar de mono me ha explicado con mucha sensibilidad la diferencia entre los grifos de bañera y los de lavabo. Pero debido al rumor totalmente infundado de que he tenido una aventura con el socorrista de la piscina, por una vez voy a pasar de realidades y voy a contar una mentira total, la ristra de los amores inventados de mi vida, una serie para el verano que pretende ser algo así como los programas en los que dicen cien mil veces la palabra “refrescante”, es decir, un entretenimiento para mentes acaloradas y un poco lentas, como la mía.
El primer gran amor de vida fue un mecánico con mono azul y llave inglesa en el bolsillo del trasero caído que conocí cuando mi Ford del 53 se averió en una carretera que conducía a las Rocky Mountains, USA. Nuestra pasión compartida por el güisqui nos empujaba a vivir en los bares de carretera, rodeados de roca y verde y alternando con cazadores furtivos y montañeros grandes como osos. Muchas veces comentábamos que con tanta altura y tanto Jack Daniel´s, alguno de los dos decidiría más tarde o más temprano abandonar la montaña y poner los pies en tierra. Ésa fui yo, pero como por aquel entonces era muy extremista, no me valía con un poco de arena, la quería toda, así que el primer montañero que me propuso, en un momento de despiste de mi mecánico, ir al desierto de México, se convirtió en mi segundo gran amor.
1 Comments:
Muy frejco, sí... y muy frejca también, de extremista ná! jajaja!
6:54 AM
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