Thursday, February 07, 2008

La educación sentimental

Doblando una esquina he descubierto un aroma a porrazo de hachís y he escuchado a un chaval: "Venid ya troncos, estoy en la puerta del telepi" Flasback bestial, de esos que te dejan al borde del llanto y, en efecto, un chico de unos 15 con gorra y chaleco-plumas sentado en las escaleras del Telepizza de Juan Bravo esquina con Príncipe de Vergara, fumándose un joint bien hermoso. Creo que todo aquel que viva en suburbios o sea muy "de barrio" ha pasado por una época telepi en la tierna adolescencia que, en el caso del country, se extendió a la nunca del todo alcanzada madurez.
Comenzó una countrygirl en el de la calle Real con cocina enana e infame. Creo recordar que pilló a la encargada de rodillas en el baño con el dueño de la tienda, ejem.
Cuando viví en Londres y descubrí lo que era currar y hacer la compra, volví al country con la idea fija de ser motera del Telepi. A la risa inicial de mi entorno, sobre todo familiar, le siguió un "NO" rotundo y furibundo, porque la conductora del Opel Hostia seguramente no era apta para ir sobre dos ruedas y porque los días de nieve, con la mierda de motos que tenían, uno tenía que empujar el vehículo por las calles atascadas. Supongo que el hecho de que fuera tía y midiera poco más de metro y medio me lo hacía más difícil, ay, las mujeres y el dichoso techo de cristal.
La movida telepi por entonces se había trasladado a la tienda de la rotonda del campo de chito, lugar de botellones míticos. Hubo un tiempo en que los personajes más importantes y líderes del grupo llevaban monos rojos de la época "El misterio está en la masa", mucho mejor que el actual y manido "Momentos redondos", que suena a donuts a muerte. A la hora del cierre íbamos todas las ordas de colegas a gochear pizzas gratis, e incluso a trapichear con sustancias prohibidas, tal era su condición de templo de la juerga. Tanto que acabamos trasladando a la acera colindante a la puerta de empleados nuestros botellones, para no tener que levantarnos para nada. El momento cumbre fue cuando el telepi comenzó a cotizar en bolsa y nos echamos risas bestiales sacándonos cervezas del almancén y haciendo volar las exiguas nóminas por los aires. Las pizzas no son la hostia, pero vaya educación sentimental.

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

jajaja, qué bueno! por cierto, no me había percatado del cambio de eslogan. yo aún recuerdo cuando en uno de mis viajes por londres me tiré en marcha del bus al ver un telepi, y entré a ofrecer mi mano de obra con un grado tal de desesperación que creo que finalmente se volvió en mi contra... aaaaains el chitoooo...

3:27 PM

 
Blogger tartaleta said...

pintxos bar no estaba mal:)

2:34 AM

 

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