Llueve sobre mojado

Estaba pensando que tengo que buscar una piscina cerca de mi casa para pasar las tardes entre cientos de personas que han tenido la misma idea, sobre todo después de estos días en los que ha sido imposible dormir en Madrid, con sus 37-38 grados nocturnos. Y mirando por la ventana he visto que la gente apretaba el paso, y he olido frescor, y gracias al sol de media tarde que venía de lado e iluminaba el patio del colegio Claret, he podido ver gotas de lluvia que caían inclinadas y con fuerza. Inmediatamente me he acordado de que aquí, a diferencia del country, casi nada te avisa de que va a llover, porque no hay árboles medio furiosos que baten sus ramas ni se nota casi la electricidad en el ambiente, quizá porque siempre la hay. Tampoco se huele la tierra mojada, pero la gente anda y anda más rápido, y se saltan más semáforos en rojo, y parece que despierta de un letargo. Y el alivio, esas gotas que han continuado cayendo con más y más fuerza y por unos minutos han construido un manto bastante tupido que dejaba respirar mejor. He salido al balcón, a ver si me salpicaba algo, y justo sonaba El sitio de mi recreo (Nacha Pop me viene muy bien para despertares azorados después de dos horas y media de siesta bochornosa), y miraba las Torres Blancas, que están justo enfrente, son más grises que el metal y siempre me recuerdan al senado de la república de la Guerra de las Galaxias. Y veía caer lluvia y más lluvia en el patio de fútbol del Claret, justo debajo de mi casa, en cuya trasera estaba el Rockola, donde seguro que iba la chica de ayer. Parecía que iba a aparecer un chaval con pantalones cortos de franela gris y jersey de pico con un balón de cuero corriendo por el patio, igualito que en la Mala Educación de Almodóvar. Con todas estas señales que remiten a jolgorio o a melancolía, dos cosas que siempre sientan mejor con una cerveza delante, no me puedo resistir, así que me voy ahora mismo a la terraza con toldo del bar de abajo a ver llover sobre mojado.