Porque yo lo valgo

Ya está, al final tuvo que pasar, ya soy una chica L'Oreal. Los disgustos dan canas y las canas llevan al tinte, y como no hay ganas de echarse los tintes de antes, he acabado eligiendo una de las muchas cajitas que se encuentran en las droguerías. El problema es que yo soy una consumista compradora compulsiva, es decir, que me pasa como ayer, que yo entro a Musgo a comprar un salero y termino dos horas después charlando con la depedienta sobre cuál es el sombrero de paja que mejor me queda para la playa, y pensando que 40 euros es un chollo. Por eso esto del tinte L'Oreal me asusta, porque me veo dentro de dos meses asaltando todas los Juteco de Madrid en busca de nuevas variedades, más baratas, más caras, más más y más. La estrategia de mi obsesión funciona así: yo entro en una tienda diciendo que no me voy a comprar nada (para qué entro entonces?) pero pensando, en lo más profundo de mi ser, que si hay alguna cosita mona me la llevo porque yo lo valgo. Y siempre hay algo, y sino mi mente ya se ocupa de buscar razones que justifiquen la compra de, por ejemplo, una camiseta completamente igual a otra que tengo pero dos centímetros más larga. Por ejemplo, si se me ocurre hacer un curso de patrón de barco en las vacaciones solitarias que tengo planeadas en agosto, inmediatamente pienso en que Sofía Loren salía muy mona con sus pantalones pirata en alguna película italiana soleada de esas que hizo, y necesito uno ya. Menos mal que no tengo pasta para tirar y que al final, las copas y la cerveza acaban ganando la partida de mus que se echa en mi cabeza.