Saturday, October 03, 2009

Corrientes circulares


Están tirando cosas por aquí. El edificio de mi universidad, donde pasé mis primeros meses en la ciudad, lo van a derruir entero, una manzana entera de la quinta avenida se va a venir abajo. La iglesia griega presbiteriana enfrente de mi casa, con su valla apañada con un viejo somier y sus ventanas circulares llenas de palomas será también escombros dentro de unas semanas. Ayer caminando a casa me di cuenta de que volvía a tener esa sensación, esa que me invade aquí con bastante frecuencia y que me dice que igual, o igual no, al doblar esa esquina puede haber otro mundo, o un pedazo pequeño de él, dentro de otro y de otro. Eso es lo que más me gusta de esta ciudad, la capacidad de sorpresa. Suena a mito y en muchas ocasiones lo es, pero cuando es cierto es realmente la bomba. Lo asemejo a esas mañana de noviembre en las que ha caído bastante nieve, hace un sol espléndido y un frío que corta el aliento. Te duelen los nudillos y te lloran los ojos, pero entre la mierda de las aceras y lo poco que puedes ver de las caras de la gente, escondidas entre gorros y bufandas, descubres cosas que brillan, y que son tan frías y a la vez tan puras como el viento helado que te jode viva.

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