Tuesday, November 03, 2009

Un día en las películas

El viernes estuve en los almacenes del Ejército de Salvación comprando un traje de segunda mano de cirujano del hospital Monte Sinaí para la fiesta de Halloween. Jack Kerouac se compraba la ropa en esos almacenes en Los Vangabundos del Darma. Luego cogí el Long Island Railroad con un amigo para irnos a Long Island, la isla en forma de huevo al este de Queens y Brooklyn. Scott Fitzgerald vivió en Long Island y situó allí la acción de The Great Gatsby. Nuestra parada era Babylon, como la canción, y a la puerta de la estación de tren nos recogía una colega en un BMW azul que nos llevó a una casa enorme con porche delantero y lateral, en una urbanización donde sólo había un río muy ancho y casas enormes con porche trasero y lateral, mecedoras a la puerta y un montón de calabazas. La casa y el coche eran de la profesora de nuestra amiga, que se los dejaba mientras estaba en una conferencia de filosofía en Vermont. Cenamos puré de calabaza, bebimos schott wiskey y a la mañana siguiente hicimos truco o trato a los niños pequeños, como en ET. El domingo fui a uno de los bares más antiguos de la ciudad. Irlandés, lleno de fotos de los Kennedy y de muchas cosas viejas por la paredes, donde sólo ponen cerveza, y sólo de dos en dos. Celebrábamos que un amigo había corrido la maratón de Nueva York, en 3 horas 38 minutos. Parecido a Marathon Man. Luego de vuelta a casa vi dos taxis que se habían dado una hostia y se habían empotrado en una tienda GAP. Hoy por la mañana me tocaba ir a hacer mis prácticas, al edificio de la ONU. Veo a los países hablar de sus cosas y los escucho por el pingañillo por donde me habla la traductora que está metida en una de esas peceras enormes en la pared. Como en The Interpreter. Tenía que bajar al Village a clase, así que he cogido la línea 4 de metro en una parada en la que se entra por el Crysler Building. Y ahí es cuando me he acordado de Foucault cuando dice que al discurso no hay que buscarle interpretaciones ocultas, que hay que leerlo y verlo, porque todo está ahí. Pasa parecido con esta ciudad: a veces me resulta difícil buscar metáforas o mitificarla. Para qué, si es que todo está ahí ya.

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