Thursday, September 29, 2005

Underground Depredator

Voy pensando en que me duele mucho la garganta, tengo como un muro, una piedra, esta noche tendré que tomarme algo, que mañana es viernes. Menos mal que voy sentada en el metro. Me acuerdo de esta mañana, cuando aún no me dolía mucho la garganta y, a pesar de que me puse muy muy cerca del andén, no pude entrar la primera al vagón y no pillé sitio desde el principio. Pero ya ha aprendido algo. Lo importante es ponerse en el medio. Quiero decir, te pones enfrente de una línea de asientos, te agarras a la barra de arriba, y tienes a las cuatro personas sentadas justo ahí, muy cerca de ti. Antes hay que dejar la bolsa con el taper entre los pies, para que no estorbe a la hora de actuar. Y sí, llevo taper porque soy oficinista, aunque digan que trabajo de periodista, y la bolsa suele ser de cartón, con asas y de Zara, para más señas. Bien, a lo que íbamos. Colocada en este espacio, tengo derecho a sentarme en cualquiera de los cuatro sitios que ocupan las personas que tengo enfrente. A no ser que los de los extremos estén agarrados a la barra y ligeramente inclinados hacia delante, alerta Pero si se apoyan en las puertas y se relajan, todos los asientos son míos. Comienza el juego de miradas, primero con las personas que están de pie. Solidaridad, curiosidad, reto, amenaza... hay una gran variedad, Yo hoy opté por la aptitud retadora, para marcar mi posición central en el pasillo. Después te relajas, lees sosteniendo el libro con la mano que queda libre o si no cierras un poco los ojos cada cierto tiempo, pero zasssss, alerta, un movimiento en el objetivo. La chica sentada en el extremo izquierdo ha sacado algo del bolso, sí, es una funda de gafas, y ha cerrado el libro. Se las va a quitar, se las va a quitar..., eso es, se las quita, las limpia con el pañuelito azul, un cristal, el otro...Descubro que el de la barra de la derecha también está observando el proceso y elijo la mirada amenazante, que le dice claramente: ¡tú estás más lejos que yo!. El tren disminuye de velocidad, ella se agarra a la barra, se levanta, y aún no ha abandonado del todo su hasta ahora espacio vital y ya estoy sentada, alargando la mano para coger la bolsa del puto taper. Entonces llega el momento. Levanto la vista e intento por todos los medios disimular esa sensación de triunfo que me invade. Siento la presión de las miradas de rencor que adornan las ojeras de dos de los que se han quedado de pie, pero de repente, no, no pasa nada, ya nadie se fija en mí, alguien en otra fila de asientos ha comenzado a doblar el periódico, lo mete en el bolso....

Vuelvo a la realidad, lamentándome de mi mala suerte, este dolor de garganta, que seguro tiene mucho que ver con mi vuelta al paquete diario de cigarrillos, menos mal que voy sentada. Cuando llegue a casa, voy a ponerme el termómetro, seguro que tengo unas décimas, con algo de suerte mañana tengo más de 37.5, y quizá pueda quedarme en la cama y pasar una mañana sin tener que coger el metro y convertirme en una depredadora.

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